¡Hola! Aquí estoy de nuevo con otra reseña. Leí Cuarenta maneras de decir dolor hace un mes y pico y quería dejarlo reposar un poco para hablar de este libro en frío. Hoy es un día perfecto para ello. Se trata de una novela policiaca de lo más interesante. Veamos primero la sinopsis:
SINOPSIS
En Algonquin Bay, una pequeña ciudad canadiense, han desaparecido cuatro adolescentes sin dejar rastro. La policía abre una investigación, que pronto se revela infructuosa. El único que se resiste a abandonar el caso es el solitario y tenaz detective John Cardinal. Su obstinación, que se añade a algunos problemas internos del departamento, obliga a sus incómodos superiores a apartarlo de la Brigada de Homicidios. Los problemas se acumulan Para Cardinal, que ve peligrar no solo su carrera, sino también la relación con su familia.
Todo da un giro inesperado cuando aparece el cuerpo sin vida de una chica de trece años en una mina abandonada. La inevitable conclusión a la que Cardinal llega es que la ciudad se enfrenta a unos asesinos despiadados. Y esta verdad solamente la asume él, sometiéndose así a la presión de los medios de comunicación y de la policía. Cardinal tiene que darse prisa en interpretar las pistas y en encontrar a los criminales, porque quizá esté en juego la vida de algún inocente más.
COMENTARIO
Para ser sincero, no me gusta esa sinopsis. En mi opinión, el protagonista no es John Cardinal, sino su compañera de trabajo, Lise Delorme. Y dicho esto, todo lo demás de la sinopsis me parece que se ajusta bien a lo que encontramos.
Cuarenta maneras de decir dolor es una novela policíaca en la que Giles Blunt transporta al lector a una fría y pequeña ciudad de Canadá para vivir de cerca uno de los más impresionantes crímenes que hayan podido ocurrir en ciudades pequeñas. Una ciudad pequeña donde cuatro adolescentes han desaparecido y, poco a poco, empiezan a aparecer cadáveres.
Esta novela me ha mantenido en vilo durante casi toda la trama. Nos ponemos en la situación de Cardinal y su compañera Delorme (quien yo creo que es la verdadera protagonista), dos detectives de la policía, y empezamos, junto a ellos, a descubrir pistas sobre el asesinato de una de las chicas desaparecidas. Poco a poco vamos sabiendo más información y, de pronto, sabemos más que lo que los propios policías saben.
Esto es un punto que me gustaría remarcar porque me ha chocado un poco: cuando parecía que seríamos testigos de los hechos sólo a través de los ojos de los policías, el punto de vista cambia y, de pronto, sabemos más que ellos. Aunque me ha parecido raro, creo que logra un efecto adecuado, pues pasamos a ser cómplices de asesinato. Nos deja en una posición de poder que hace que queramos seguir leyendo sin parar.
La novela, aunque a veces con un ritmo que me parece algo lento (lo que es normal en novelas del género policíaco y de investigación), es en general bastante fluida, fácil de leer y con un final que no imaginamos. Eso sí, empieza floja y va mejorando a medida que se acerca el final.
Con una trama que cumple su cometido y nos mantiene expectantes por más de una razón, Giles Blunt ha creado una novela que, sin ser una obra maestra, me ha entretenido y he sabido disfrutar.
Quizá lo que más me ha gustado es que no sólo vemos el punto de vista de los detectives y sus pesquisas, sino que aprendemos también sobre la mente de quien está detrás de un caso tan horripilante como en el que se centra la novela. Me parece un reto conseguido.
Cuarenta maneras de decir dolor es una novela policíaca en la que Giles Blunt transporta al lector a una fría y pequeña ciudad de Canadá para vivir de cerca uno de los más impresionantes crímenes que hayan podido ocurrir en ciudades pequeñas. Una ciudad pequeña donde cuatro adolescentes han desaparecido y, poco a poco, empiezan a aparecer cadáveres.
Esta novela me ha mantenido en vilo durante casi toda la trama. Nos ponemos en la situación de Cardinal y su compañera Delorme (quien yo creo que es la verdadera protagonista), dos detectives de la policía, y empezamos, junto a ellos, a descubrir pistas sobre el asesinato de una de las chicas desaparecidas. Poco a poco vamos sabiendo más información y, de pronto, sabemos más que lo que los propios policías saben.
Esto es un punto que me gustaría remarcar porque me ha chocado un poco: cuando parecía que seríamos testigos de los hechos sólo a través de los ojos de los policías, el punto de vista cambia y, de pronto, sabemos más que ellos. Aunque me ha parecido raro, creo que logra un efecto adecuado, pues pasamos a ser cómplices de asesinato. Nos deja en una posición de poder que hace que queramos seguir leyendo sin parar.
La novela, aunque a veces con un ritmo que me parece algo lento (lo que es normal en novelas del género policíaco y de investigación), es en general bastante fluida, fácil de leer y con un final que no imaginamos. Eso sí, empieza floja y va mejorando a medida que se acerca el final.
Con una trama que cumple su cometido y nos mantiene expectantes por más de una razón, Giles Blunt ha creado una novela que, sin ser una obra maestra, me ha entretenido y he sabido disfrutar.
Quizá lo que más me ha gustado es que no sólo vemos el punto de vista de los detectives y sus pesquisas, sino que aprendemos también sobre la mente de quien está detrás de un caso tan horripilante como en el que se centra la novela. Me parece un reto conseguido.
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